La especulación financiera hace explotar la deuda italiana

 

Mario Lettieri y Paolo Raimondi

En el mundo de la política y la economía, prevalece la opinión de que el deudor siempre está equivocado, porque, independientemente de las causas subyacentes, él fue quien contrajo la deuda. En el caso de la deuda pública, la responsabilidad es “cómodamente” atribuida a la población, aunque esta no haya tenido ningún papel en las decisiones relevantes.

 

De la misma manera, su crecimiento es invariablemente debido a la evasión fiscal, incompetencia administrativa, corrupción y robo puro y simple. En general, la justificación utilizada es: “Ellos tienen que pagar porque vivieron más allá de sus posibilidades”. Cuando la deuda aumenta como resultado de actividades especulativas internacionales, este odioso comentario se vuelve más frecuente.

 

Los datos más recientes sobre la deuda pública italiana indican que su proporción en relación al PIB es un poco inferior al 133%, solamente detrás de la devastada Grecia y esta situación hace que el papel de Italia en la Unión Europea sea cada vez más cuestionado.

 

¿Se trata de un elemento sólido o de una amenaza de inestabilidad?

Como resultado, todos pueden reformar estructuras, recortes presupuestales y austeridad, además de duras sanciones financieras por el incumplimiento de los llamados parámetros de Maastricht.

 

El hecho de que Italia sea uno de los fundadores de la Unión ya no importa, proponen que sea rebajada al segundo o incluso al tercer “grupo” del bloque, aquel con velocidad reducida.

 

Es verdad que, en las últimas décadas, la tendencia de la deuda siempre fue alta, excepto en el período 2006-08) en el segundo gobierno de Romano Prodi (cuando el autor, Mario Lettieri fue subsecretario de Economía –n.e). Sin embargo, pocas veces se observa que la especulación financiera internacional que explotó en ciertos momentos de nuestra historia, fue la responsable por la terrible aceleración de la deuda pública. Pensamos que el primer gran ataque contra la lira ocurrió en 1992, como se sabe, parte de un ataque más amplio contra el Sistema Monetario Europeo (SME).

 

En Italia, este ataque especulativo fue sincronizado con la presión internacional para la privatización de empresas estatales –el famoso “escándalo Britannia”, involucrando al yate de la reina Elizabeth II del Reino Unido, donde financieros anglo-americanos y altos representantes del gobierno italiano se reunieron para “planear” las privatizaciones. El ataque resultó en una desvalorización de la lira de cerca del 120%, convirtiendo las privatizaciones en una auténtica liquidación, y con consecuencias devastadoras para la deuda pública.

 

La relación deuda/PIB, que era de 105.4& en 1992, subió a 115.6% en 1993 y llegó a 121.8% en 1994. Esta tendencia, claro, empeoró todavía más bajo la presión de los mercados para un aumento significativo de las tasas de interés sobre los títulos del gobierno. Se necesitó un gran esfuerzo para reducir el gasto público y comenzar una recuperación.

 

Al contrario de lo que afirman ciertos clichés populistas, la entrada al sistema del euro tuvo un efecto positivo en el equilibrio de la relación deuda/PIB, que quedó en torno al 103% en 2004 y nuevamente en 2007, por desgracia, ocurrió la crisis financiera global de 2007-08, la cual, partiendo de los EUA, alcanzó a todo el mundo, principalmente a Europa, afectando todos los sectores económicos, bancarios y comerciales, causando colapsos en la producción y grandes rescates públicos de los bancos en riesgo de quiebra.

 

RESULTADO VENENOSO

La crisis fue un resultado venenoso de la desregulación financiera, la cual llevó al colapso de las hipotecas de alto riesgo y de la montaña de derivados financieros super especulativos ligados a ellos.

 

Recuérdese que, según el Banco de Liquidaciones Internacionales (BIS), el valor nocional mundial de “derivados de ventanilla” (OTC) que se negocian fuera de los mercados regulados y mantenidos fuera de los balances, era, entonces, del orden de 700 billones de dólares, número colosal y que, a pesar de las numerosas propuestas de reforma financiera no implementadas, todavía permanece muy alto, en el orden de los 600 billones de dólares.

 

En Italia, el índice deuda/PIB saltó de 103.6% en 2007 hasta un 116% en 2009. El pico más reciente se registró en 2011, después de un nuevo ataque especulativo contra el país, que elevó la tasa de riesgo de los títulos nacionales (spread) hacia más de 500 puntos (5%) encima de los títulos alemanes a diez años (Bund).

 

La consecuencia fue la caída del gobierno de Silvio Berlusconi y su cambio por Mario Monti. El ataque especulativo cesó cuando el presidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi, declaró que usaría todos los medios necesarios para defender el euro –su célebre “lo que sea necesario”.

 

Pero la relación deuda/PIB, que fue de 120.7% en 2011, llegó hasta 127% el año siguiente. Es muy fácil decirlo, en Europa o en Italia, que la especulación ataca aquellos que lo merecen. Se olvida que una economía más débil debe hacer mayores esfuerzos para recuperar las pérdidas generadas por una crisis a veces causada por otros.

 

La enormidad de la deuda pública italiana nos dice que todavía hay mucho por hacer. En los centros europeos, son inocuos tanto el optimismo de moda como la clásica voz ruda. En nuestra opinión, en aquellos sitios, debemos antes que todo resaltar que el país, debido a los repetidos ataques especulativos antes mencionados, sufre un significativo agravamiento de la relación deuda/PIB de por lo menos un 30%.

 

INVERSIONES Y NO ESPECULACIÓN

Al mismo tiempo, necesitamos dejar clara la necesidad de quitar a las inversiones las restricciones impuestas por las políticas de austeridad. La reducción de la razón deuda/PIB se obtiene, particularmente, con el crecimiento y el desarrollo económico, apoyados por una política de inversiones en infraestructura, modernización tecnológica y digital y en las propias políticas sociales. La recuperación de una finanza orientada hacia las inversiones, como los “Project-bonds”, y no hacia la especulación, ciertamente, puede ser de gran valor.

 

Pensamos que es necesario, aunque no sea fácil, definir un sistema de evaluación e intervención, inclusive de carácter jurídico, para evitar que los efectos de la desregulación salvaje y de especulación financiera, sean descargados sobre toda la población, mediante la creciente deuda pública.

 

En caso contrario, Italia corre el riesgo de permanecer en la trampa de la deuda, donde el pago de altos intereses se hace con base en más endeudamiento público. En relación a este enorme problema, vale recordar las oportunas palabras del papa Francisco, cuando dice que “los mercados no pueden disfrutar de una autonomía absoluta. Sin resolver los problemas de los pobres, no resolveremos los del mundo”.

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